El 13 de febrero de 1812, Manuel Belgrano solicitó al Triunvirato a cargo de las Provincias Unidas del Río de la Plata (anterior denominación de la República Argentina), y mediante una nota, la concepción de un distintivo representativo para el pueblo. Finalmente, el 18 de febrero del mismo año, fue aprobado el uso de una escarapela con los colores azul-celeste y blanco. Esa combinación daría origen posteriormente al desarrollo de la Bandera Nacional.
El origen y desarrollo de la concepción de la escarapela tiene su conexión con el 25 de mayo de 1810, pero sin muchas precisiones. Antonio Beruti y Domingo French, dos militares y amigos de Manuel Belgrano, estuvieron repartiendo cintillos con los colores “patrios” el día 21 como símbolo de paz y unión entre el pueblo criollo y el español. Ese acto se repetiría a los presentes el día de la Revolución de Mayo.
Los colores, representativos de la Casa de Borbón, adherente al Rey Español Fernando VII, formaron parte de la escarapela. La fecha precisa que da origen a este distintivo no tiene basamento histórico. Algunas mujeres aristocráticas de la Ciudad de Buenos Aires de ese entonces serían, sin bases firmes, el puntapié inicial. Esto se debió a la utilización de un distintivo con esos colores el 18 de mayo de 1810.
El 4 de abril de 1941 se estableció finalmente, el Día de la Escarapela. Recién se incorpora como fecha escolar y dentro del calendario el día 18 de mayo de 1951.
De este modo, los colores patrios, siempre presentes en el pecho, enorgullecen al pueblo, y su uso no sólo se hace presente en los actos escolares cercanos a la Revolución de Mayo, sino en cualquier fecha patria importante.