El conflicto llegó al ojo público en febrero, cuando el director de Arrebeef, Hugo Alberto Borrell, anunció a sus trabajadores que cerraría la planta. Sumado al reclamo de aumento salarial que ya databa de diciembre del año anterior, este hecho inició una serie de manifestaciones públicas que aún no finalizaron.
Un mes y medio después de este acontecimiento, la planta reabrió, pero los conflictos no cesaron. Una ola de despidos golpeó a los trabajadores del frigorífico, lo que los llevó a mantener las medidas de fuerza en contra de Borrell. La última de estas manifestaciones tomó lugar en la planta, el pasado miércoles 28 de abril.
Carolina Becerra, una de las empleadas despedidas, habló con Nota al Pie y brindó detalles de la situación. “Para la reapertura de la planta, Borrell llegó a un acuerdo de más de 250 compañeros despedidos. Hoy a la fecha vamos 65” comentó.
“A muchos nos despidieron con la justificación de que somos violentos, por estafa, que cortábamos las calles y no dejábamos salir a los camiones”, explicó Becerra. Asimismo agregó que “Nunca se cortó nada. En su momento teníamos la olla popular al frente del frigorífico y la gente venía con donaciones. Pero los camiones podían entrar, cargar e irse con normalidad”.
Violencia y represión
La recepción de estos reclamos no fue muy positiva. Al calor de esta ola de manifestaciones, en numerosas ocasiones se desató una violencia injustificada contra los manifestantes.
“Me acuerdo el 16 de marzo que nos reprimió infantería en una protesta frente al sindicato. Muchos estaban con sus familias en ese momento”, declaró Carolina Becerra. “Tiraban balas para cualquier lado y después cortaron la luz del pueblo. Estábamos pacíficamente tomando mate y charlando antes de eso. Después dicen que nosotros somos los violentos”, reclamó.
Situación actual en la planta
“Adentro se trabaja mal. Los presionan, manipulan psicológicamente y físicamente, porque hay compañeros que hacen el trabajo de dos personas por falta de gente. Laburan el doble de antes y ganan igual”, denunció Becerra.
“Les dicen a los compañeros que no nos pueden hablar o los van a echar. Hay mucha presión dentro de la planta”, agregó.A estas malas condiciones laborales se le suma el accionar cómplice del sindicato de la carne conducido por Luís Pérez, el cual siempre mantuvo una actitud de pasividad ante los reclamos de los trabajadores. “En diciembre decidimos que a partir de ese momento le íbamos hacer los reclamos al director nosotros mismos, sin ningún tipo de representación de afuera”.